lunes, 31 de octubre de 2011

La muerte nunca fue tan agradecida.

Cupido era tan solo un niño enamorado en pañales, el cual besaba a la luna en el escondrijo oscuro de su lecho de muerte.

La locura se balancea en un péndulo gris, empujada por dos jorobados tuertos, que a vista de todos, son príncipes hermosos.

Seis relojes marcan las 13 horas, cuando en realidad, las estrellas siguen susurrando alegrías sobre las muertes de infantes.

Dos esmeraldas resplandecen bajo los ojos de una muchacha perdida en el cauce de la desesperación

La agonía visita a una niña de rizos dorados en una clínica vacía y abandonada, mientras seis parejas felices estacionan carrozas de fuego en la azotea.

Mientras bajás confiado los peldaños de tu escalera, no lográs ver que la tenue luz que alumbra a tu alrededor es tan solo una luciérnaga putrefacta, tu única compáñía.


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